Diana Árbol – Ikigai Healer

Desde pequeña, me preguntaba por qué me sentía tan distinta a mi entorno, como «si no perteneciera allí». Esto me llevó a una búsqueda incansable del sentido de mi vida, de mi «para qué había nacido». Aquí quiero compartirte un poco más sobre mí.
A los 28 años, decidí dejarlo todo para emprender el viaje que me llevaría a mi despertar espiritual en la India, y profesional en México, España e Israel, donde descubrí mi Propósito:
acompañar a otros en el viaje interior que yo había experimentado: saber comunicarnos con nuestra propia Alma como brújula en nuestras vidas y poder sanar nuestros bloqueos desde la raíz y así vivir de acuerdo a nuestro Ikigai.
Esta es mi historia

Desde pequeña me sentí distinta a todo el mundo que me rodeaba, no conectaba con lo que entretenía a los demás.
Mi imaginación me llevaba a otros mundos, me conectaba con otros planetas, fantaseaba con otras civilizaciones.
Secretamente sabía que los dragones sí existieron y que quizá se escondían de nuestras percepciones. Igual que las hadas, los espíritus en distintas dimensiones o que habían seres intraterrestres, cohabitando nuestro planeta.
De mayor quería ser bruja, maga, sacerdotisa. Quería poder comprender los misterios de la vida, poder responder la última pregunta, y poder liberarme de las limitaciones en las que me sentía vivir.
Me sentía atrapada en mi cuerpo e intuía que mis/nuestros «poderes mágicos» iban mucho más allá de lo que podía imaginar.
En la primera regresión a una vida pasada que experimenté con 12 años, me vi como amazona, con otras guerreras, caminando en fila por el bosque junto a nuestros caballos, con un tatuaje de un dragón en el omóplato.

Visionaria
Podía imaginar soluciones para muchas limitaciones: inventé el teléfono sin cable, poder comunicarnos viéndonos en una pantalla, tanto por teléfono como en el interfono o una tarjeta de plástico con la que sacar dinero del banco sin entrar. Años después fueron manifestándose en nuestra realidad cotidiana.
No encajaba en la escuela
Nunca me gustó tener que aprenderme nada de memoria, solo porque lo imponía la escuela, que no me explicaran el por qué de las cosas, cuestionaba que la historia hubiera sido como la explicaban o que los poetas realmente quisieran expresar lo que los profesores interpretaban.
Me sentía encarcelada, engañada, presionada e infeliz. Nunca saqué buenas notas, mi media siempre ha sido un 6. Curiosamente como mi numerología.
Me apasionaba aprender sobre mi horóscopo, que releía mil veces de uno de los libros de mis padres, para tratar de comprender quién era yo y porqué.
Soy Leo y detestaba la idea de que fuéramos orgullosos. Así que traté siempre de ser humilde y sencilla.
Una infancia difícil

Mis padres no supieron cómo lidiar con alguien tan «rebelde», con ideas propias y que deseaba hacer las cosas a mi manera.
Así que experimenté abusos psicológicos y físicos que me marcaron en muchos aspectos de mi Ser.
Dejé de verme y de confiar en mi intuición. Traté de «encajar» en el sistema, sacándome una carrera (de Traducción de alemán e inglés) para poder viajar, ya que había una frase que me repetía siempre: «El mundo es muy grande y la vida muy corta para quedarte en un solo sitio».
Y la inmensidad de la variedad de percepciones del mundo, de idiomas, de culturas distintas, siempre me fascinó y sentí que era un modo de comprender la realidad en la que vivimos desde otras muchas perspectivas.
Mi alma se reveló

Con 26 años trabajaba en una empresa de transporte de mercancías en Barcelona, en el departamento comercial, cuando vi una imagen de Médicos sin fronteras donde alguien sacaba de la selva a personas indígenas y algo muy profundo me impactó: sentí que yo quería estar en la foto, que quería viajar y ayudar a la gente.
Que no quería seguir encerrada en una oficina y viajar solo 3 semanas al año de vacaciones, quería que mi vida tuviera un sentido. Y era «hacer de este un mundo mejor».
Hice un posgrado en Cooperación internacional en la Universidad de Económicas de Barcelona y me abrieron los ojos a las corporaciones como Monsanto o la OMS, la OIT, etc.
Donde unos pocos controlaban a la mayoría y no para su bienestar, sino para su propio beneficio. Ese curso me impactó profundamente.
Salté a la piscina
Nos explicaron que las ONGs no hacían más que poner tiritas donde los gobiernos decidían no hacer bien su trabajo, pero que no podrían nunca hacerlo porque las corporaciones los tenían comprados.
Pero aún así mi alma quería comprobarlo personalmente.

Así que en el 2004, con 28 años (el retorno de Saturno fue la clave, como para muchos), decidí dejarlo todo para saltar a la piscina: pedí 4 meses de excedencia para irme con una ONG a Tailandia y tratar de ayudar.
Efectivamente, a los 3 días comprobé que era así y sentí una fuerte decepción.
Traté de buscar otras ONGs pero yo solo podía enseñar inglés, y no veía que pudieran hacer felices a las personas en mayor profundidad.
Así que me sentí muy perdida, y decidí que como no podía voluntariar hacia afuera, necesitaba hacerlo hacia adentro. Y comencé mi búsqueda interna.
La puerta a mi despertar espiritual

Me fui a la India, en Dharamsala, completé un curso de iniciación al budismo y conocí al Dalai Lama. Tuvimos breves conversaciones telepáticas que me impactaron profundamente. Y después completé todos los niveles de Reiki en apenas 9 días.
Fue otro impacto, ya que había cambiado de profesión en apenas unos días, y sentí que esas iniciaciones estaban marcando un antes y un después en mi vida.
No quería volver a la oficina: quería llevar este mensaje que acaba de recibir.
Así descubrí mi Ikigai. Te lo cuento en detalle en mi podcast.
Podemos sanarnos a nosotros mismos

Para mi percepción del mundo, el comprender que nuestra propia energía puede sanarnos fue un shock porque confirmaba algo que yo había intuído durante años.
Y quería hacérselo llegar al mundo. Que todo el mundo supiera que tenemos «poderes mágicos», autoempoderarnos.
Había conocido al que sería padre de mis hijos y viajamos por Israel, México y cuando nos quedamos embarazados, en el 2008, volvimos a España.
Fue entonces cuando comencé a facilitar esta técnica, la gente no sabía lo que era, y me daba la impresión que tenía que estar convenciendo a la gente.
De nuevo me sentía extranjera en mi propio hogar, porque además me había cambiado el acento y la forma de hablar. Pero no desistí y acompañé a muchas personas en su despertar energético y espiritual.
Investigando nuevas técnicas
Aprovechando que Barcelona es la cuna de muchas terapias, me formé en Terapia Regresiva, para poder experimentar en mí misma mis vidas pasadas, ya que era una percepción intuitiva, pero mi bagaje cultural lo ponía en duda. Fue un año muy intenso, y enriquecedor.

En paralelo estudiaba Feng Shui Clásico (el Ki de las 9 estrellas) que está muy ligado a la numelogía china, para comprender la energía de los espacios donde habito, ya que percibía que nos influyen en gran medida y quería saber cómo «sanarlos» para que pudieran ser beneficiosos.
Y también estudié Registros Akáshicos. Me pareció fascinante que algo así pudiera aprenderse, y la verdad es que fue muy emocionante pero no sentí que hubieran grandes cambios en mi percepción.
Fue en el segundo nivel, canalizando para otros que comencé a comprobar las diferencias entre canalizar tu propia voz del Alma (a la que estás acostumbrada) y la del Alma de otros.
Meses más tarde aprendí a hacerlo con el péndulo y ahí mis Guías insistieron en que yo tenía que enseñarlo a mi manera, pero no me sentí preparada hasta que en el 2010 me lancé, y creé el primer curso.
Enseñar a escuchar la voz de nuestra Alma
Nunca me gustaron los cursos muy espirituales o complicados o las terapias que se alargan eternamente.
Por eso mi enfoque fue siempre el autoempoderamiento, convertirnos en nuestros propios guías espirituales y traer el cielo a la tierra, es decir, que la espiritualidad fuera muy práctica, que pudiera encajar en nuestra vida diaria.
Por eso, todas las técnicas que iba aprendiendo para distintiguir la voz de Alma de la del Ego, o a escuchar las sensaciones físicas que nos indican los mensajes de nuestro Ser, las compartía en mi curso, para que fuera práctico, y nos ayudara a desarrollar nuestra propia brújula interna.
Recetando Constelaciones Familiares

Me di cuenta de que en muchas lecturas de Registros Akáshicos que facilitaba, los Guías recomendaban que el consultante constelara el problema que venía a resolver. Y un día mis Guías me sugirieron que me formara en Constelaciones Familiares. Así lo hice.
Una experiencia mágica y maravillosa que amplió de nuevo mis percepciones extrasensioriales y mi comprensión de la vida en el planeta.
Al final de aquel año (2012) estudié Biodescodificación (hoy conocido como Bioneuroemoción) con Enric Corbera y amplié el curso de Registros Akáshicos con 9 técnicas (también derivadas de la kinesiología y la meditación) que había descubierto que también nos facilitaban el acceso a nuestros Registros.
Viviendo en Israel

Ese año nos fuimos a vivir al país de mi marido, Israel, donde transformé todos mis servicios a la versión online y nació el Ikigai Healing, mi método terapéutico.
Comprendí que las técnicas que facilitaba eran un camino del Alma hacia su sanación:
Le leía el Registro Akáshico al consultante para que su Alma le hablara y tuviera una perspectiva profunda de su existencia (Soul Communication), le descodificaba los «tesoros y trampas» de su árbol genealógico para que comprendiera el propósito de su encarnación en su familia (Tree Biodecodification) y lo sanábamos con una Constelación Familiar, combinada con Terapia Regresiva y otras técnicas, como EFT, EMDR o el Código de la Emoción (Root Healing).
Nómada en el paraíso

Después de 7 años de vivir en Israel, pudiendo ya hablar en hebreo (crucial para poder entender a mis hijos y mi marido cuando hablan entre ellos 😅) y habiendo asentado mi método, le propuse salir de ese país, tan intenso en la luz y en la oscuridad, para viajar por el mundo, como cuando nos conocimos.
Así que salimos en el 2019 de Israel, y en noviembre llegamos a Koh Phangan, una isla paradisíaca tailandesa que ha sido nuestra primera parada en este periplo, y de momento, nuestro maravilloso hogar. Rodeados de una comunidad hermosa y despierta, viviendo en la playa, llevando la luz y la esperanza al mundo.
No sabemos qué nos depara el futuro

Me siento muy privilegiada por haber podido desprendernos de todo y comenzar a viajar y que la pandemia nos sorprendiera en el paraiso. Las medidas de seguridad aquí han sido más leves, teniendo en cuenta que solo ha habido un caso en todos estos meses.
No sabemos qué dirección tomaremos en los próximos meses. Respetamos nuestros tiempos, nuestra naturaleza, y tenemos un fuerte compromiso con nuestro bienestar y nuestra libertad.
Desde hace años descubrí la gran manipulación de los medios de comunicación y mi compromiso es no vivir en ningún país en que su gobierno no cuida de sus ciudadanos, si no que los manipula y constriñe.
Mi compromiso contigo

Creo fervientemente en nuestro poder personal, el poder de nuestras decisiones individuales y nuestra consciencia. Soy y seré siempre una guerrera de la luz, mujer salvaje, libre, que solo desea la libertad para todos, y esta libertad comienza en nuestro interior.
Por eso, en esta página encontrarás muchos recursos para que puedas empoderarte y escuchar tu brújula interior. Que es donde reside tu verdadera sabiduría.
Para mí es un placer y un honor acompañarte en este camino. Namasté!
¿Quieres hablar conmigo? Déjame un mensaje de Whatsapp y te contestaré lo antes posible.
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