Warning: Array to string conversion in /home/dianaarb/public_html/wp-content/plugins/luckywp-table-of-contents/plugin/Shortcode.php on line 287
¿Te has preguntado qué diferencia a las personas que viven sus sueños y los que viven para cumplir los sueños de otros? ¿Crees que tienen alguna cualidad especial o son gente común?
¿Has escuchado la frase «Los sueños se cumplen fuera de la zona de confort»? ¿Sabes qué significa hacerlo?
¿Alguna vez te has planteado si tú vives en tu zona de confort? ¿Puedes estar sufriendo las consecuencias sin darte cuenta? Y, ¿cómo podrías cambiar la situación, si decidieras hacerlo?
En este 5º capítulo te cuento mis reflexiones y mi experiencia tras decidir atreverme a cumplir mis sueños, sabiendo que significa salir de mi zona de confort constantemente., pero abierta a las múltiples y maravillosas oportunidades que me trae esta forma de vida.
Hablaremos sobre la valentía y otros súperpoderes que pueden ayudarte a cumplir tus Sueños, a encontrar un nuevo mundo lleno de posibilidades de crecimiento y plenitud. ¿Me acompañas a pasear fuera de tu zona de confort?

Eres parte de mi viaje
Hoy grabo este capítulo desde la azotea de nuestro hotel en Camboya, en concreto, desde la ciudad de Siem Reap, cuna del Angkor Wat.
Angkor Wat es la construcción religiosa más grande de nuestros tiempos, con más mil años de antigüedad y que estamos visitando estos días, así que los sonidos de fondo hoy serán menos selváticos, aunque también muy interesantes.
La música que escucharás en el Podcast es de un espectáculo tradicional camboyano donde un grupo de mujeres tocaban tambores que estaban prohibidos para ellas durante mucho tiempo.
Cuando vivía en mi Zona de Confort y me sentía frustrada
Si escuchaste el segundo capítulo de este podcast, sabes que cuando tenía 26 años vivía en mi zona de confort: me había licenciado en Traducción e Interpretación.
Tenía mi trabajo estable, que más o menos me permitía desarrollar algunos de mis dones y conocimientos, mi horario estable, mis 30 días de vacaciones al año, mi sueldito estable.
También tenía mi pareja estable, vivía con mis padres, a punto de entrar en una hipoteca para poder independizarme… cuando me di cuenta de que esa vida que había elegido me parecía muy limitada.
Me di cuenta de que estaba viviendo en una rutina que no me daba satisfacción ni plenitud, era bastante aburrida y anodina.
Mis horarios y vacaciones, las actividades que desarrollaba la mayor parte de mi tiempo, durante el día, la semana, o el año, las decidían terceras personas a las que yo, personalmente, les importaba bastante poco.
Eran mis jefes (personas encantadoras, por cierto) o los dueños de la empresa, que necesitaban cubrir una serie de servicios en la empresa y yo les encajaba en esas necesidades laborales, una pieza más en su maquinaria de hacer dinero, pero yo como persona, no estaba siendo contemplada.
Dándome cuenta cómo funcionaba el sistema
Me daba cuenta de que, a lo largo del día, me enfocaba en ayudar a mis clientes, proveedores y compañeros de trabajo a estar mejor, a ser más felices, ya fuera porque conseguía que la empresa cumpliera con sus acuerdos, o tratando de comprender sus necesidades más personales a través de charlas que íbamos manteniendo.
Y me daba cuenta de que realmente, desde ese puesto de trabajo, yo no podía ayudarles realmente, porque la empresa que nos vinculaba seguía operando sin tenernos a ninguno en cuenta realmente, solo sus intereses financieros.
Lo cual, entiendo que es aparentemente lógico tratándose de una empresa de transporte de mercancías. ¿Por qué se iba a preocupar por el bienestar de sus integrantes?
Pero para mí esa era una cuestión que me inquietaba cada vez más: ¿había estudiado toda mi vida para encontrarme entregando mi tiempo, energía y conocimientos a alguien a quien no le importaba ni yo ni todos los demás integrantes de la empresa?
Mis ideales no encajaban en ese sistema
Imagino que desde niña he sido una idealista y la conclusión a la que llegaba no era para nada la que yo me había ideado durante años, en la que supuestamente debías trabajar para una empresa que iba a cuidar de tus intereses y los suyos de mutuo acuerdo.
Evidentemente de niña no sabía cómo funcionaba el mundo laboral y aunque ya lo había vivido en los puestos de trabajo anteriores, en esos momentos lo estaba sopesando desde lo más profundo de mí.
Por eso, el darme cuenta de cómo funcionaba el sistema fue cómo un jarro de agua fría.
Comprendí que si seguía en esa empresa o en cualquier otra en la que no pudiera realmente ayudar con mis servicios a hacer de éste un mundo mejor, y que además sintiera que los gerentes realmente procuraran el bienestar de su equipo, de sus clientes y del medioambiente, implicaría que me estaba fallando a mí misma, y entonces mi vida ya no me pertenecería.
Habría vendido mis principios por un puñado de euros, por sobrevivir. Y en esos momentos, sentía que era suficientemente joven y talentosa como para buscar otra solución. Como no conocía otra cosa, la busqué dentro del propio sistema.
Buscando Alternativas dentro del propio Sistema
Así que comencé a estudiar el máster en cooperación internacional, una especialidad más enfocada en la ayuda profesional de personas en situaciones desfavorecidas, en cualquier lugar del mundo.
Tal vez así, podría combinar mi pasión con mi servicio a la comunidad y mi actividad laboral, para contribuir en hacer de éste un mundo mejor, ayudando a personas, pueblos, países desfavorecidos. Te digo, he sido siempre muy optimista.
Ese plan realmente sentía que me motivaba mucho más que seguir trabajando para empresas ordinarias que solo pensaban en facturar para su propio beneficio.
¡Iba a trabajar para Organizaciones No Gubernamentales o para la ONU en el mejor de los casos, seguro que querían ayudar al planeta! O al menos eso creía.
Descubriendo que tampoco desde las ONGs podía ayudar realmente a las personas
Pero desgraciadamente también descubrí en el propio máster, que incluso las ONGs no pueden ayudar realmente porque solo ponen tiritas, ya que los gobiernos de los países donde operan tampoco desean que fructifique esa ayuda.
Eso ocurre porque dependen a su vez de los grandes lobbies de la farmacéutica, armamentística, energías, alimentos, etc, que al final, también miran solo por su propio beneficio. La misma situación que en la empresa.
Así que no me encontré ninguna solución plausible, para que pudiera dedicarme a ayudar profesionalmente.
Mi aventura como voluntaria en un campo de trabajo en Tailandia
A pesar de lo que me dijeron en el Master no desistí, y fue cuando decidí ir a comprobarlo personalmente, yéndome de voluntaria a Tailandia a un campo de trabajo.
Y ahí acabé de confirmarlo, cuando vi que la única manera en que estaba contribuyendo era con el dinero que aporté al entrar, pero que mis actividades diarias solo consistían en que los lugareños me enseñaran sus costumbres.
Mientras tanto, ellos trataban de subsistir al hecho de que el gobierno les iba expropiando sus campos de arroz que les había pertenecido durante generaciones y que les suponía su mayor fuente de sustento. Y yo contra eso, no podía hacer nada. De nuevo.
Luego fui a buscar otros proyectos, y solo me encontraba que, con mis capacidades y experiencia, solo podía ayudar a enseñar inglés, lo cual no me parecía una ayuda que fuera a empoderarles.
Con eso posiblemente solo haría que estuvieran más cercanos de ser mano de obra barata para McDonalds, o CocaCola. No sé, quizá me equivocaba, pero la verdad fue que no era como me había imaginado que podría contribuir a su felicidad, aunque todavía no sabía cómo.
Causalmente, en esos momentos, estaba ahorrando para comprarme una vivienda y había un concepto que me hizo replantearme totalmente mi vida:
Me venía constantemente que “vendería mi alma al diablo”, si aceptaba ese vínculo que iba a establecer de por vida con el banco y que me obligaría a depender siempre de un trabajo poco motivador y mucho menos consciente de las repercusiones que causaba en su entorno.
Desarrollando los Superpoderes: Toma decisiones coherentes y valientes
Fue en ese momento donde comencé a desarrollar mis superpoderes: siendo congruente con tus principios y tomando decisiones coherentes y valientes.
Verás: yo, sin saberlo, estaba cuestionándome si mi vida tenía sentido tal y como la estaba viviendo, que era como me habían dicho que tenía que ser.
En ese paradigma de vida, en esa rutina en la que entras en modo supervivencia, te fijas solo en cómo ganar dinero para llegar a fin de mes y cubrir todos los gastos en los que te embarcas porque son los que TE VENDEN que son necesarios para ser feliz.
Pero, ¿te preguntas en algún momento si eso es cierto?
¿Si todo lo que la mayoría hace, es decir, la carrera, el trabajo, la hipoteca, la casa, el coche, las vacaciones de 30 días, la familia, la rutina de 9 a 17h, la tele, el fútbol, la liga, la copa, el gran hermano de turno, las noticias, son los ingredientes que nos van a llevar a la felicidad?
¿Te lo has planteado tú también? Te lo pregunto porque eso es lo que se define como zona de confort.
Identificando nuestra Zona de Confort
Te explico: La zona de confort es un término empleado en el ámbito del coaching para referirnos a una serie de límites que la persona se ha impuesto a sí misma, que ha elegido o ha aceptado como estilo de vida para evitar asumir riesgos y garantizarse la ausencia de miedo o ansiedad. Es decir, su zona de seguridad.
En 2009 White define la zona de confort como “un estado de comportamiento en el que la persona actúa desde una postura de ansiedad neutral, llevando a cabo una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo”.
Permanecer, por lo tanto, en la zona de confort, no tiene por qué causarnos un bienestar derivado de emociones positivas (por ejemplo, satisfacción, orgullo o entusiasmo).
En su lugar, el bienestar se deriva de la ausencia de emociones negativas como el miedo, la ansiedad o la incertidumbre, ya que la zona de confort actúa como un refugio que nos hace sentir seguros por tratarse de un entorno bien conocido por nosotros.
Algunos ejemplos que te serán familiares
Metafóricamente la zona de confort, viene a ser lo que el redil para las ovejas y los borregos. Engloba todo aquello que solemos hacer y no nos da miedo.
Por ejemplo, aceptar solo un tipo de trabajos menos cualificados, y no otros para los que se requieran mayores conocimientos o aptitudes, por temor a que no sepamos desarrollarlos o impliquen tener que formarnos; ir siempre de vacaciones al mismo sitio.
Otro ejemplo es mantener relación con personas con las que nos sentimos seguros a pesar de que no nos nutran, no haya un crecimiento mutuo o ni si quiera, admiración.
¿Cuántas relaciones mantenemos por sentirnos cómodos, aunque no sean satisfactorias?
Esa es la clave. Y no todo el mundo está dispuesto a salir de esa zona de confort, al contrario, este mundo funciona como funciona porque la mayoría se mantiene ahí, sirviendo a aquellos a los que no les importa su vida y su bienestar, sino el propio.
Haciendo las cosas diferentes: Trabaja por tus Sueños
Como decía el cofundador de Apple, Steve Jobs: “Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos”.
Si nos mantenemos siendo una pieza en su engranaje, ¿cuándo vamos a vivir nuestra propia vida?
¿Por qué conformarnos con servir a quien está haciendo un daño al planeta, de uno u otro modo, en vez de enfocarnos en sanarlo, con lo que está en nuestras manos y además hemos venido a desarrollar y compartir?
Ese pensamiento es el que más me revolvía desde lo más profundo de mi Alma y, en ese momento, no sabía cómo podía resolverlo, porque con los conocimientos que tenía y la información de la que disponía, no podía ni siquiera imaginarme las posibilidades que el mundo podía ofrecerme.
Lo único que sabía era que tal y como estaba viviendo, no me sentía plena ni veía que en un futuro podía transformarse a algo mejor, teniendo en cuenta a quién estaba sirviendo.
Tenía que abrirme e indagar otras posibilidades, y para ello tenía que atreverme a hacer cosas distintas, caminos distintos, saliendo de la rueda del hámster.
Eso implicaba que iba a comprometerme con mi bienestar, aunque no supiera en qué dirección podría encontrarlo. Pero que al menos ya veía, que no estaba en ese tipo de vida, en esa rutina, que lentamente me estaba demacrando tan pronto en mi vida.
Comprométete con tu propio bienestar
Mi doctora decía que era demasiado joven para que con 24 años tuviera un colesterol de jubilado, debido a la comida de poca calidad con la que me alimentaba durante las altas horas en las que estaba en la empresa.
Numerosas tardes, me dolían la espalda, los hombros, el cuello, tenía taquicardias y asma.
Con los años descubrí que eran síntomas de sentirme asfixiada en ese tipo de vida, de que no me gustaba que me impusieran ciertos ritmos laborales, y que me sentía aislada entre mis semejantes.
Además, sentía apatía y falta de ilusión en la vida, porque veía que mi vida, por ese camino, no tenía un propósito, no aportaba nada bueno a esta sociedad.
Y mucho más tarde comprendí, como te explicaba en el podcast anterior, que el poder servir a nuestro prójimo es un motivo vital de salud y bienestar, además de prosperidad.
El gran salto
¿Qué sucedió? Que empecé a cuestionarme el sentido de la vida y que si realmente no quería ser un número más en la lista de un empresario, tenía que tomar decisiones distintas a la mayoría.
Tenía que tomar decisiones valientes, coherentes con lo que sentía en lo más profundo de mi ser, porque la vida no podía reducirse a sentirse relativamente segura, pero apática, sino feliz y plena.
Me dije a mí misma, si solo se vive una vez, que sea una vida llena de color, que valga la pena recordarla, no triste y gris, ¿verdad?
Para tomar esta decisión, he de confesar, que se requiere tener muy claro tus principios internos: pregúntate qué es realmente importante y transcendental en tu vida.
Y también, qué consideras seguro. Ya que tal y como está España y la mayoría de países que conozco, ya no existe la seguridad de antaño, de un trabajo para toda la vida, una jubilación, un respeto.
Ni siquiera estás seguro en muchas de las calles, ni puedes confiar en las entidades financieras, en los políticos o en las instituciones de salud, porque ya sabemos todos, que no suelen trabajar para el beneficio de la mayoría.
Con lo cual, muchas de las personas con las que hablo, se sienten frustradas y descorazonadas, y como me pasaba a mí, no saben qué hacer con la situación en la que se encuentran ellos en el país donde están, ya que soy yo y mi entorno, mis circunstancias. Pero ¿son fijas e inamovibles?
Quizá las decisiones que toman los gobiernos respecto a la gestión del país no vayan a mejor, pero no tenemos por qué jugar a su juego, no es el único que existe.
Y de eso se trata: salir de nuestra zona de confort, de aquello que conocemos, que controlamos, que no tenemos que pensar mucho porque sabemos cómo funciona, de la rutina que no nos lleva a un mayor crecimiento ni felicidad, sino al contrario.
¿Por dónde empezar?
No hace falta hacer cambios drásticos para comenzar a sentir los beneficios, sino incluir nuevas actividades a nuestra vida, adoptar nuevos hábitos o perseguir nuevos retos que estén en la dirección en la que realmente nos gustaría dirigir nuestros pasos.
A veces, si nuestra alma necesita advertirnos que no vamos en la dirección correcta, nos saca de nuestra zona de confort con cambios radicales de circunstancias, como el diagnóstico de una enfermedad grave, la pérdida de nuestro puesto de trabajo, de un ser querido o la terminación de una relación.
Todos vamos sentir distintos niveles de estrés con cada una, la cuestión es si somos capaces de ver la oportunidad que la vida nos ofrece para redirigirnos hacia un lugar mejor.

Muchas veces me he encontrado con casos de personas que, después de un diagnóstico de cáncer, decidieron cambiar radicalmente su modo de vida, porque ya intuían que el que llevaban hasta el momento, no les estaba favoreciendo.
Y así comienzan a comer sano, a hacer ejercicio y meditación, descubren las terapias alternativas, que se les abre a un mundo enorme que desconocían totalmente.
Así es como se dan cuenta de que hay otros modos de entender la vida, comienzan a desintoxicar su cuerpo, su mente, sus emociones y su agenda, dejando de relacionarse con las personas con las que sentían que no resonaban y comienzan a sanar sus relaciones con sus padres y familiares.
¿Te ha pasado a ti también que tenías una cierta rutina o seguridad en tu vida y hubo un evento que te dio la vuelta como un calcetín y tuviste que replantearte toda tu existencia y tus decisiones, por tu propio bienestar?
Muchas veces deciden no volver a sus antiguos trabajos porque precisamente se dan cuenta de que les causaban un alto nivel de estrés. Y deciden dedicarse a una actividad mucho más enriquecedora, enfocada al servicio del bienestar de su comunidad.
Seguro que conoces casos así, ¿verdad?
Me encantaría que compartieras con nosotros en el grupo de Ikigai Healing en Facebook cómo fue para ti esa experiencia, ¿qué la originó? ¿qué cambios provocó en tu vida? ¿qué aprendiste con ella? Seguro que tu testimonio puede servirnos a todos de inspiración.
Dos formas de salir de nuestra zona de confort
Como ves, la salida de tu zona de confort puede ser por las buenas, es decir, que la decidas tú, o por las malas, que la provoque tu Alma, a través de circunstancias desafiantes en tu vida. ¿Qué prefieres?
Es normal que sientas resistencia a hacerlo por tu propia iniciativa, ya que provoca muchas veces sensación de miedo e incertidumbre, según el tipo de salto que queramos dar, y la sensación de falta de control y desorientación no es algo a lo que aspiremos la mayoría.
Es mucho más cómodo mantenerte en tu zona de comodidad, que suele resultar un refugio seguro, pero a la vez, limitante.
Y a largo plazo puede producir apatía, desmotivación, aburrimiento, tristeza, además de todo tipo de síntomas físicos.
Sobre todo, una profunda sensación de falta de sentido y pasividad, que es lo que los que mueven los hilos desean que sintamos para mantenernos bajo su yugo, y así que no haya cambios sustanciales en su agenda.
Es por ello, que es necesario realizar un esfuerzo y salir de vez en cuando de la propia zona de confort, por tu propio bien y el de la humanidad, contra más seamos las personas que deciden salir de la rueda del hámster, más difícil se lo pondremos para seguir destrozando nuestras vidas y nuestro planeta.
Ventajas de salir de tu Zona de Confort
Además, el hecho de salir de tu rutina tiene grandes efectos secundarios, ya que es una zona de aprendizaje. Por ejemplo:
- Consigues aumentar tu autoestima, porque te das cuenta de que realmente eres mucho más valiente y capaz de lo que pensabas.
- Aumenta tu creatividad y capacidad para encontrar recursos novedosos, para afrontar diferentes desafíos.
- Proporciona nuevas perspectivas, experiencias y amplía tus conocimientos y horizontes.
- Descubres quién eres, te permites a hacer más actividades acordes con tus pasiones, dones y talentos.
- Disfrutas mucho más.
- Comienzas a ampliar tu círculo de amistades con personas afines.
Esto último significa que comienzas a crear tu Moai, es decir, tu círculo de confianza, y eso es salud: poder compartir tu tiempo y energía con personas en la misma vibración es lo más nutritivo que puede sucedernos, ¡incluso mejora nuestra flora intestinal! ¡Está comprobado!
Y no te preocupes, eres tú quien decide qué pasos tomar, así que siempre puedes volver atrás. No hace falta que hagas cambios drásticos, puedes hacerlo poco a poco, a tu ritmo, y con la certeza de que todo paso que des, será uno más hacia tu plenitud.
Plan de Acción para realizar cambios positivos en tu vida
Vamos a ver ahora cómo puedes realizar estos cambios positivos en tu vida.
En primer lugar, escúchate, observa: ¿qué es lo más sencillo por lo que puedes empezar, lo más obvio y quizá más urgente?
¿hay algo en tu vida que ves que ya no funciona? ¿Qué no se sostiene por ningún sitio y has estado manteniendo a lo largo del tiempo?
Pueden ser cosas, como ropa en tu armario, decoración en tu casa, electrodomésticos que no vas a reparar o no utilizas, libros que no vas a volver a leer.
También pueden ser relaciones, por ejemplo, personas con las que mantienes contacto pero que sientes que no te aportan nada bueno, sino al contrario, que cada vez que te comunicas con ellas sales con menos energía o de mal humor.
Pues dar un paso hacia tu bienestar, en este caso sería dejar de mantener esas relaciones, por ejemplo, desechando la ropa que no te pones desde hace más de un año, los muebles o la decoración rotos o que no te gustan.
Libérate de las Cosas que están de más
La ley de oro de Konmari, la gurú japonesa del orden, es que al cogerlo en tus manos sientas que te encanta, que realmente te sube la vibración, sino, fuera.
Y ¿qué hacer con todo esto? Te recomiendo que, para no dañar al planeta tirándolo todo a la basura, lo que no quieras, lo puedes donar, vender o reciclar.
Seguro que hay gente que puede interesarle en algún grupo de Facebook o WhatsApp o en alguna aplicación de venta de segunda mano en tu zona.
Realiza una revisión de tus relaciones
En el caso de las relaciones, sería dejar de mantener comunicación con aquellas personas que no tienen una importancia considerable en tu vida, ya que, dejando de invertir nuestro tiempo en ellas, podremos invertirlo en actividades más enriquecedoras y subirá tu vibración.
En el caso de que sean personas vitales para nuestro karma, como nuestros familiares directos, lo más sano, es sanar tu relación con ellos.
Puedes sanar estas relaciones, a través de las constelaciones familiares o cualquier otra terapia que te ayude a sanar tus raíces, porque mientras no lo hagas, te estarás negando el fluir en la vida de una u otra manera, que ya ampliaré en otro podcast.
Este tipo de decisiones, que en Feng Shui se le llama “hacer vacío” sería un pequeño paso para aligerar y liberar tu zona de confort, ya que todas estas relaciones con lo material o lo humano, si no están en tu frecuencia, interfieren en tu tránsito hacia tu propósito de vida.
Pudieron estarlo en su momento, pero si ya no te hacen vibrar alto, mejor no acumularlas, ya que su efecto es el contrario. Es como soltar los pesos de un globo aerostático, contra más sueltas, más te elevas.
Y éste es solo un primer paso, pequeño, pero posible y asumible, que te ayudará a hacer espacio para lo nuevo.
Observando tus Actividades
Entonces es cuando pasas al segundo nivel y comienzas a observar si las actividades donde inviertes tu tiempo y energía te nutren, te dejan indiferente o te intoxican. Y así puedes sopesar tu trabajo, tus estudios, tus hobbies, cómo pasas tu tiempo libre, etc.
Por ejemplo, ya te lo he preguntado en alguna ocasión:
¿Te despiertas por la mañana con la ilusión de ponerte manos a la obra con tu profesión porque te permite desarrollar tu pasión, tus dones y tus talentos, a la vez que estás aportando un servicio de valor a tu comunidad y te ayuda a sostenerte financieramente en tu vida? Eso sería vivir de tu Ikigai.
Si no es así, si tu modo de crecer económicamente está vinculado a una sensación de estrés, de frustración o de apatía, es decir, de falta de nutrición, entonces, plantéate desde ya, si quieres seguir dedicando tu vida, tu tiempo, tu energía y tu conocimiento a una actividad que parece que en general te resta, más que sumarte.
O, por ejemplo, el modo en que pasas tu tiempo libre: ¿eliges actividades que te alimentan la curiosidad, que te hacen crecer, aumentan tu sabiduría y cuando las acabas te sientes más feliz, enriquecida, y en paz y armonía con el mundo?
¿O son actividades que implican desconexión de tu Ser? ¿Son un entretenimiento, para pasar el tiempo… bajo anestesia, para que la realidad no sea tan pesada?
Además, ¿implican también una separación con tu prójimo, ya sea compitiendo en deportes, viendo desastres en las noticias que te bajan la vibración y te enfocan en todo lo peor del ser humano? ¿te hacen perder la esperanza y te desconectan de todo tu potencial?
Ten mucho cuidado con tus elecciones, porque como en el globo: te hacen venir arriba o abajo.
Elige nutrir todas las áreas de tu vida
Te recomiendo que elijas nutrirte en todos los aspectos, como, por ejemplo:
- Estudiar o hacer talleres de aquellos campos que siempre te han atraído, ya sean creativos, como la música o el arte en sus distintas vertientes, o que desarrollen esos dones que siempre has sentido que tenías, pero no te atreviste a desarrollar, como escribir, bailar o pintar, o ayudar a tu prójimo.
- Compartiendo tus dones en bancos de tiempo, o voluntariando en una protectora de animales,
- Quedando con personas en tu frecuencia, con las que te sientes mejor en todos los aspectos después de verlas, enriqueciéndote.
- Viendo documentales o vídeos que te nutran e informen de cómo hacer de éste un mundo mejor, ya sea dejando de consumir productos dañinos para el planeta y para nuestra salud, como eligiendo alternativas en la vivienda, el trabajo, la salud o la educación, de las que te voy a ir hablando en los siguientes podcasts. ¡Hay muchísimas!
En fin, resumiendo, todas aquellas actividades que te hacen sentir mejor, más en armonía con lo que realmente te gusta y sientes que no solo te suma, sino te multiplica.
Me entiendes, ¿verdad? Y cuando estas elecciones estén en coherencia con tu Ser, verás que la elección de tu profesión, comienza a vislumbrarse de manera natural, intuitiva, el universo te lo irá mostrando paso a paso. Aunque de eso te hablaré en mi siguiente podcast.
Si sientes que te gustaría tener asesoramiento directo y personalizado para descubrir y comprender mejor tu situación actual y cómo mejorarla e incluso descubrir tu Ikigai, tu propósito de vida, entonces te propongo que me escribas, podemos hacer una sesión online de Soul Communication donde resolver todas estas cuestiones.
Esa es mi especialidad, que puedas encontrarlo, que puedas sanar tus relaciones con tus familiares y la historia de tus ancestros, para que así puedas vibrar mucho más alto y puedas contribuir a hacer de éste un mundo mejor, desde la felicidad, la libertad y la plenitud.
Ahora, te invito a que nos compartas aquí abajo en los comentarios tu experiencia personal, de qué manera ves tú que te sumas o te restas: seguro que puedes ayudarnos un montón en tomar perspectiva de nuestras propias vidas.
No todo el mundo es igual, ni tiene las mismas prioridades, ni circunstancias y todas son respetables.
Las mías me trajeron a viajar por el mundo, ya que era mi sueño de la infancia, bueno, en realidad de toda la vida, porque me tomé muy enserio la pregunta de que, si solo se vive una vez, ¿qué quiero recordar cuando mire hacia atrás?
Porque al final, cuando la vida acaba, lo único que nos llevamos con nosotros a la siguiente son los recuerdos de las experiencias.
Mi pregunta es: ¿qué quieres ver tú cuando seas mayor?
Y esta es una pregunta muy seria, porque la apatía o la desesperanza son contagiosas y nos provocan una muerte lenta y prematura. Ya que vivimos sin ilusión, ni sentido, sin Ikigai.
El antídoto para evitarlo es darle la vuelta: es atrevernos a aprender cada día algo que nos guste, a no dejar de ser curioso siempre, a no dejar de crecer, de reunirnos con personas que nos inspiren, que sean activas y alegres y quieran colaborar en hacer de éste un mundo mejor. Porque esa actitud también es contagiosa y medicinal.
Activa todo tu potencial y ponlo al servicio de un bien mayor
Gente así es la que se necesita, para que active todo su potencial y lo ponga al servicio de un bien mayor, para que juntos podamos transformar esta realidad, que ahora parece tan poco halagüeña, pero que, en realidad, está plagada de oportunidades de crecimiento, si nos abrimos a descubrirlas.
Seguro que conoces un montón de recursos alternativos y en internet o en el grupo podrás encontrar un montón de inspiración también.
Te dejo ahora con una invitación a la reflexión:
¿Qué huella te gustaría dejar en el planeta?, ¿cómo crees que podrías llevarlo a cabo?
Traza un plan con todos los pasos y fechas de concreción al máximo detalle.
Es súper importante que tenga fechas para que sean posibles de ejecutar, añádelas a tu agenda y comprométete a cumplirlos. Compártelo en los comentarios o en el grupo. Y tómate algo rico para celebrarlo.
Y, oye, mil gracias por ser parte del cambio. Que sí, que lo estamos consiguiendo. Somos la Revolución Silenciosa.
Nos vemos fuera de tu zona de confort.
Te agradezco mucho por participar en este proyecto escuchando mi programa, y me encantaría leerte en la sección comentarios en este artículo, en nuestro grupo de Facebook Ikigai Healing, o a través de mi correo diana@dianaarbol.com, si tienes algo más personal que quieras compartirme.
Siempre estoy encantada de colaborar.
Si crees que este podcast puede inspirar a alguien a tu alrededor o en tus redes, te invito a compartirlo y así colaboraremos para hacer de este un mundo mejor. Infinitas gracias.
En el siguiente podcast te compartiré: Cómo puedes aumentar tu intuición para escuchar con mayor claridad la voz de tu Alma y vivir de acuerdo a tu Ikigai.
Estos son los enlaces que comento en el Podcast
El artículo de Dan Buettner: https://www.dianaarbol.com/las-9-leyes-para-una-vida-longeva-adivina-cual-es-la-segunda/
La guía y test gratuitos para descubrir tu Ikigai: https://www.dianaarbol.com/guia-gratuita-para-descubrir-tu-ikigai/
Nuestro grupo de Facebook para seguir creciendo: https://www.facebook.com/groups/ikigaihealing/
Puedes dejarnos ahí tus aportaciones sobre los temas que te fui invitando a reflexionar:
¿Cuál es el motor de tus decisiones, el Ego / miedos o tu corazón / Alma / intuición?
¿Cuál es tu sueño más grande? ¿puedes resumirlo en una frase y compartirlo en el grupo?
¿Recuerdas momentos en los que conseguiste cambiar una emoción densa por otra elevada y cambió la realidad a tu alrededor? ¿Cómo lo conseguiste? ¿Qué sucedió?
Seguro que tus aportaciones pueden enriquecernos a todos. Gracias por tu preciada colaboración.
¡Que pases una feliz semana! ¡Namasté!
Un abrazo de todo corazón,
Diana
Deja una respuesta